¿Es Troyes un juego de mi top o lo incluyo porque, a fuerza de costumbre, siempre ha estado en él?

La insoportable levedad del TOP Has visto cientos de 'tops' más allá de la puerta de Tannhäuser, pero éstos se perderán como lágrimas en la lluvia.

Siempre me ha costado hacer un ‘top’ de juegos favoritos. Me he cansado enseguida o al rato de hacerlo he pensado que no merecía la pena, que mañana cambiaría y que si lo releía nada más terminar de hacerlo habría que rehacerlo. Cuando me he decidido a hacerlo, he tratado de pensar en cuáles no cambiarían nunca y qué juegos serían inamovibles, pero era imposible tener ninguna certeza de nada. Los que hace años pensaba que me gustarían hoy quiza no lo hagan por las mismas razones.

Teniendo esta premisa por cierta, se me ocurren varias reflexiones a las que voy a dar un par de vueltas en la boca cual hueso de oliva en boca de viejo.

Me gusta más la idea de hacer un top de juegos cuando las reglas no son tan absolutas y pueden ligarse a concreciones. Por ejemplo, un top de juegos de un estilo concreto, o un top de los juegos que más me gustan por temas. O algo más absoluto aunque siga siendo concreto, por ejemplo juegos que más me han impresionado o impactado, o los juegos que más me han divertido (como Chema Pamundi hizo en su día) o los que más me han defraudado. Pero en términos totales, los mejores o mis preferidos, es el tipo de top que más cuesta hacer y el que más pereza me da. Me resulta un esfuerzo superfluo que certifica el fracaso de tratar de ser absoluto.

El actual top de la BGG, un ranking que tiene en cuenta las notas de miles de usuarios. Objetividad repleta de subjetividad.

Hace años disfrutaba de hacer listas. Con los comics, cada dos por tres, revisaba mis favoritos y hacía listados una y otra vez con comic que se desbancaban de sus puestos superiores una y otra vez. Una opción con la que jugaba mucho era esa, la de tener un top en constante revisión y ver cómo cambiaba según entraba uno u otro comic en la lucha por los primeros puestos.

Entiendo que un top es algo atractivo para quien disfruta haciendo listas de juegos. Hay un derroche monumental de literatura sobre la necesidad del ser humano de listar todo a su alrededor. Es más, desde hace un tiempo hay un par de clásicos de ensayo psicológico que inciden en la necesidad de realizar listas y del vicio de tachar esas listas quitando de en medio las tareas pendientes. David Allen con su GTD ha creado una herramienta muy útil para quien sabe utilizarla, pero que concentra también una necesidad cada vez más incidente en nuestra sociedad que es la de querer aprovechar el tiempo hasta el máximo posible.

Su metodología radica en la creación de una plataforma que nos sirva para realizar listado de todo lo que hemos de hacer en nuestro día, y promueve que invirtamos únicamente nuestra energía en gestionar esas listas. Básicamente lo que dice es que no malgastes esfuerzo en recordar las tareas que tienes y puedes hacer, sino que inviertas tu tiempo en apuntarlas y saber cuáles tienes que hacer primero. Todo mucho más complicado y más esforzado de lo que estoy diciendo, vaya. Pero pone de manifiesto que nuestra visión del mundo puede gestionarse con un puñado de listas bien puestas y al final, reduciendo todo a nuestra mínima expresión es posible que sea verdad.

Shaun Usher recopiló en varios libros multitud de listas de personajes famosos que aunaban pensamientos, querencias y aforismos que éstas personalidades querían tener en cuenta y no olvidar. Desde cosas como “no olvides mirar a tu alrededor y disfrutar de las pequeñas cosas” que Marilyn Monroe trataba de aplicarse a sí misma, hasta un depurado listado de pasos a seguir que Henry James utilizaba para publicar un libro una vez escrito, o los ingredientes para mejunjes y cataplasmas que Stevenson preparaba en sus últimos días en Samoa.

El top de actores que Zemeckis quería para interpretar el papel que finalmente se llevaría Christopher Lloyd en ‘Regreso al futuro’.

Las listas nos ayudan, en nuestro caso, a establecer etiquetas y empoderar a los juegos incluidos en ellas. Por eso de algún modo triunfan tanto y gustan a quien las hace y a quien las lee. La dificultad radica en el nivel de trascendencia que queramos darle a la lista y al top, y en nuestro caso, a qué valor queremos inflingirle al listado de juegos que vamos a realizar. La intrascendencia de la ocasión y la necesidad de estipular ese top en un lugar concreto nos convierte en jugadores totales, en una especie que trata el juego como un elemento vívido y cambiante, un metajuego que engloba todo; ventas, industria y opiniones de todo el mundo. Vamos, que estos listados son como jugar un LCG gigante con toda la comunidad lúdica.

A veces nos obcecamos con nombrar un juego como nuestro favorito para darnos cuenta años después que no sólo ha dejado de serlo, sino que ya no nos interesa en la misma –o ninguna–medida. Me ocurría con las películas que, a través del tiempo, veía con avidez en mi juventud –no hace mucho…–y que trataba de etiquetar con la prisa de quien descubre que está ante algo grande y eterno –¡demasiadas películas!–. Las que más me habían impactado, las mejores del año, las mejores de mis mejores directores… Y con los libros ni os cuento, esté es otro –y enfermizo–tema.

Y al final, el único “top” real solo podía obedecer a un sistema de clasificación sentimental. Y en ciertos tipos de ocio, como el de los juegos de mesa, esta clasificación suele ligarse a las primeras sensaciones y a lo vívidas que éstas fueron y es muy complicado definir en qué grado un sentimiento generado está por encima de otro. Por ello, es como si, con herramientas absolutamente objetivas quisiéramos clasificar algo que solo se puede estipular de la manera más subjetiva.

Durante años he dicho que mi juego favorito era Troyes. Más tarde afirmaba que era “uno de mis juegos favoritos”. A medida que iba jugando cada vez más no encontraba razones para que otros juegos no me fueran ofreciendo cosas diferentes que me apetecieran más o que redirigieran mis intereses hacia otros lugares. ¿Dejaba de ser Troyes “uno de mis favoritos”? Posiblemente no, pero sus vinculaciones con esa etiqueta puede que no fueran las mismas antes que ahora, puede que estuviera en el top por su diseño, y ahora estuviera porque fue uno de los primeros juegos a los que jugué que mejor aunó estética, elegancia y algunas mecánicas que me encantaba. O simple y llanamente porque si alguien me ofrecía una partida, me iba a apetecer.

¿Es Troyes un juego de mi top o lo incluyo porque, a fuerza de costumbre, siempre ha estado en él?

A veces pienso en eso como cuando me preguntan que cuánto tiempo llevo jugando a juegos de mesa. Toda la vida, pero realmente jugar a juegos modernos y estando metido en la afición llevaré apenas 5 años. Pero al pensarlo me doy cuenta de que llevo diciendo 5 años tantos que ahora mismo podrían ser 8 o 9. Tenemos a veces tan en cuenta el tiempo que llevamos para «calibrarnos» unos a otros que casi lo convertimos en un top en sí mismo.

No es raro que nuestra comunidad de jugadores se rija casi religiosamente –o de algún modo cada uno lo hayamos hecho en algún momento de nuestra vida jugadora–por un ranking como es el de la BGG. Un enorme grupo de jugadores pensantes y analíticos votando y poniendo notas a todos los juegos para estipular un top insultantemente certero. Y dentro de las significaciones que el ranking tiene, ya sea porque unos lo estipulen como un mantra sagrado, otros como una latencia de lo que interesa u otros a los que ni les va ni les viene, se ha convertido en un inapelable icono que define la parte más seria y profunda de los juegos de mesa.

Pero hay igualmente una realidad más que elocuente si nos paramos a pensar en lo que dicho ranking significa. Y es precisamente el hueco que dejaría su ausencia. Imaginad la BGG, un lugar con un foro repleto de usuarios que comentan y comparten, y sus fichas de juegos bien detalladas de créditos y de fotografías, pero sin el ranking, sin ese componente de numeración y de calificación, sin ponerle nota ni establecer qué juegos han sido puntuados por encima de qué otros. ¿Perdería interés?

Lewis y Clark se convirtió en uno de mis juegos favoritos cuando salió. Hoy estaría en el top de algo sí muy peregrino como «juegos que me marcaron», pero no entre los mejores que he jugado.

Esto golpea a varios jugadores particularmente apegados a la seguridad de un ranking y de una nota. Nos guste o no, la nota y el ranking nos facilita aportar peso e importancia a nuestros juegos. Si nos basásemos en la idea de calibrar y escoger un juego por su ranking y nota podríamos substituirlo por el maravilloso foro de comentarios que cada ficha de juego incluye. Es más, sería más certero tratar de saber más de un juego leyendo esos comentarios si no tuviéramos ranking, y sería más coherente y profundo que, sin las notas, tratáramos de esforzarnos por saber más del juego.

Pero ¿por qué no usar lo que otros han “rankeado” ya? Y, por otro lado ¿por qué utilizarlo? Un juego con un buen ranking provoca que otros jugadores quieran jugarlo, es una opinión calibrable, palpable, medible y pesable. Otorga objetividad dentro de esa subjetividad. Así que su uso es maravilloso. Pero al mismo tiempo puede ser funesto, porque la mejor de las notas no asegura que el Twilight Struggle te guste, o que el Gloomheaven, por muy número uno que sea, acabe siendo santo de tu devoción. Pero esto ya lo sabemos.

Esto está muy manido, pero es cierto que los TOPs son tan sumamente particulares que está claro que es extremadamente difícil globalizarlos para hacernos partícipes a una mayoría de jugadores. De ahí que el arma que supone el ranking de la BGG nos haga otorgarle la importancia que cada uno desee otorgarle. Quizá haya que ir un paso más allá, y sea una experiencia hacer lo contrario, deconstruir nuestro propio TOP, desengranarlo, y tener la conciencia de que el TOP que acabas de hacer no sirve para más que divertirte y para poner sobre un papel qué es lo que piensas en ese preciso momento. Y conferirle la futilidad y la levedad que Kundera decía que significaba el «ser», ya sabéis, los tops se quedarán en nada hoy, números uno de ayer sólo estarán en la mente de los más viejos del lugar, y todo desaparecerá, porque el único y verdadero TOP es el que hagas ahora mismo o el que hagas de la forma más sentimental posible.

El resto poco importará. O sólo nos importará a unos pocos y nos dará material para rellenar nuestros blogs y nuestros podcast…

Publicado por

LuisFley

Juego a juegos de mesa y casi siempre pierdo. Poco más que decir. Si acaso, que grabo un Podcast sobre ello llamado 'Planeta de Juegos'.

2 comentarios en “La insoportable levedad del TOP Has visto cientos de 'tops' más allá de la puerta de Tannhäuser, pero éstos se perderán como lágrimas en la lluvia.

  1. Buena entrada, como siempre. Categorizar, ese TOC tan confortable, verdad? Obviamente siempre serán subjetivas las listas. Tanto como la trascendencia que cada sujeto quiera darle. Si el ranking de la bgg fuese aséptico, canónico y cerrado… de qué íbamos a discutir? Para mi, el placer culpable de hacer una lista es un bien endémico del ser humano, forma parte de nuestra naturaleza y es una terapia maravillosa para no volvernos locos.

    1. Pues tienes total razón. También creo, como comento en el artículo, que las listas son endémicas a nuestro actual actitud y forma de vida, ya sea con juegos o con cualquier cosa. Lo de “de qué íbamos a discutir?” es una frase que si la ponemos en cualquier contexto también nos vale. ¡Es que somos la leche! Pero es una verdad enorme. Las listas, nos sirve, entre otras cosas, para compararlas con quienes hacen listas como nosotros, por ejemplo, para comparar mi top de juegos con el de mis amigos.
      Gracias por tu comentario!

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