Los reglamentos gustan, disgustan y dan igual.

Los juegos nos conceden la amable solicitud de tener que aprender a jugarlos. Un precioso libreto al que llaman y llamamos “de reglas” está dispuesto a hacernos llegar las herramientas que nos permitan disfrutar de ellos. ¿Pero quién quiere leer reglas cuando pueden enseñarle a jugar?

No me gustan las reglas. Tardo mucho en leerlas y la mayoría de veces me dan pereza. Me reconozco como aquél que siempre prefiere que le expliquen cómo se juega a un juego antes que ser el que tenga que prepararse el juego y leer las reglas y explicarlas. Puedo ahora escuchar los gruñidos equidistantes de los lectores que no tienen simpatía por este tipo de jugador. Es como el amigo que no compra tabaco pero racanea a los que sí lo hacen. O el que cuando va con otros tres amigos y todos han invitado a tres rondas, decide que ya es hora de irse a casa. Hay juegos a los que directamente no les leo. Y más si hay video-tutoriales en canales en youtube. Gracias youtubers por vuestros esfuerzos, nos hacéis padres a quienes queremos jugar a cosas gordas pero que nos vemos obligados a leer las reglas de las cosas menos gordas. Ahí tiro de vosotros, amigos. Mil veces prefiero ver un vídeo sobre cómo jugar al “Honsu” antes de leerme su pequeño libretito de reglas. Dadme 140 caracteres y que sean suficientes para leerlas. Y si es posible, que sean un enlace a un vídeo que las explique. Que sí, que lo ideal es hacer ambas cosas, pero… realmente hay juegos que no hace falta leerse las reglas para aprender a jugar.

Fantasy Flight ha creado la moda de meter más de un libreto de reglas en para el mismo juego.
Imperial Assault - Fantasy Flight Games

Me encantan las reglas. Bendito binomio éste, el de contradecirse uno mismo. Pero si apuro se entenderá.
Necesito que las reglas me prometan algo desde el principio, y solo pueden hacerlo las que pertenezcan a juegos de los que albergo expectativas especialmente grandes. Si es así, me chiflan. Las leo y releo. Si puedo me hago resúmenes, o los busco en la BGG. Me preparo y explico el juego lo mejor posible. Pero por favor, que las reglas sean la puerta a pensamientos de felicidad. A veces pienso en si me hace falta jugar a los juegos, si con las reglas expandiendo mis ilusiones es suficiente. “Algún día jugaré“.

Los juegos de rol. Me gustan, aunque apenas apenas juego al rol. Y un libro de rol es un libro de reglas, es decir, un pedazo de libro, precioso y encuadernado, de reglas. Por supuesto, aporta mucho más; son pequeños mundos en sí mismos. Los wargames tienen reglas que son navajas suizas. Contemplan tantas posibilidades que pueden llegar a abrumar, y sin embargo son absolutas obras de complejidad –que no dificultad, o no siempre– que conceden mucho más que las reglas propiamente dichas del juego. Contextos históricos, ejemplos de transcurso de juego, estrategias… Lo que puedes esperar del juego ya vienes leyéndolo desde hace tiempo en sus libros de reglas. Sabedores del esfuerzo que supone, los diseñadores se molestan en darle aún más contenido contextual y de contorno a sus reglas, para no limitarse a la antigua aridez de describir cómo se coloca una ficha en el tablero. Leer las reglas de muchos juegos de mesa despliegan su enormidad y el calibre de sus engranajes antes que el propio tablero. Es genial prever que algo va a gustarte y confirmarlo durante la lectura de las reglas, conectar el por qué cierto dado se coloca en determinado lugar, o por qué las cartas han de descartarse llegado determinado momento.

A la lectura de reglas del Time of Crisis le acompaña el despliegue correspondiente. Time of Crisis, GMT.

Las reglas me son indiferentes. Ni una cosa ni otra, la tercera opción se añade a las dos anteriores.
No puedo leer reglas de juegos que no tengo o que no vaya a jugar. Esto me ha jugado malas pasadas, comprando a ciegas y encontrándome con verdaderos petardos. Pero tener unas reglas y no tener el juego delante, o la posibilidad de acudir a él, me exime de responsabilidades lúdicas, por lo que no hay presión, y me niega el disfrute que asumo debe de ser completo. Admiro a quienes se hacen con las reglas de un juego, ya sea por descargarlo o tomándolo prestado, solo para saber si entrará como futura adquisición. Leer reglas por si acaso. Para mí hay pocos éxitos como este. Es la definición del disfrute total, del ganador de juegos de mesa, el que mira, absorbe y sabe disfrutar de su hobby. Ojalá las reglas que leyera fueran “por si acaso”. Para mí, (insisto, para mí), sería el triunfo del jugador sobre el tiempo, la ausencia de promesas lúdicas. Se acabó la tragedia, bienvenida a la épica. Iría casi al 100% sobre seguro. Claro, que luego habría que jugar…

¿El objetivo es jugar?
¿Acaso desentrañar las reglas de un juego no es, en sí mismo, jugar? Sí, claro, jugar es jugar. Todos queremos jugar. Pero la expectativa que crea una lectura de reglas, el ciclo que se genera desde la compra del juego y que apuntalan las reglas, no siempre debe de ser completado con una partida. Si lo es, el ciclo se agota y ha de volver a empezar en otro lugar, con otros juegos y otras partidas. ¿Pero es que no vas a volver a jugar a ese juego? Sí, pero ya sabes jugar. Conoces los entresijos. Y será otra cosa; será un indagar, aprender más allá de mover las piezas, tratar de recabar estrategias, elucubrar nuevos caminos y todo lo que no signifique ser capaz de jugarlo y hacerlo. Ya es otra historia.

Como veis, aparte de no conocerme casi a mí mismo y de atreverme a contradecirme, hay un sustrato en todo esto que viene a ser el la distinción de que tratemos los reglamentos como medios, fines o parte indispensable del todo. O todo al mismo tiempo. Disfrutar con el todo también conlleva leer las reglas y lo hace formar parte de la experiencia de juego. Y a veces no es tan positiva como quisiéramos. Pero cada uno de nosotros tenemos una relación concreta con la lectura del reglamento de los juegos y es muy posible que dependa del momento, del estado de nuestro ánimo, de que nos pille con buen pie, de si la partida está próxima o de si el tema que trata el juego nos atrae. Hay tantas variables en tu relación con los reglamentos de los juegos de mesa que sea lo que sea lo que te generen, será parte irrenunciable de las sensaciones que extraiga de ti el juego de mesa. Algo más que añadir a tu experiencia y al juicio que les concedas.