Malas partidas pero buenas experiencias. Sobre todo con personas no habituales a la afición, he vivido en las últimas semanas algunas malas partidas de las que sacar algo positivo.

Por mucho que digan que a veces los planes que surgen espontáneos son los mejores, siempre me da por pensar que sólo nos acordamos de los que salen bien y no de los que en su espontaneidad acabaron estrellándose. Con los juegos de mesa, sobre todo con personas no habituales de la afición, he vivido varias partidas en las últimas semanas que han corroborado que al final hay muchísimos factores que inciden en que surja una buena sesión de juego.

Hace tiempo que huyo de eso que llaman «evangelizar» por varias razones que expliqué aquí. Ya quedaron atrás aquellos tiempos en los que iba con un juego en la bolsa solo para «por si acaso» cuando quedaba con algún familiar o con algunos amigos. He tenido, sin embargo, tres experiencias últimamente que me hacen pensar en que aunque todo parezca propicio para pasar una sesión de juegos estupenda, es mejor tener algunos aspectos más controlados de lo que pudiera caber espera.

Hace un par de semanas una pareja de amigos me llamó para ir a hacerles una visita. Tienen un patio fenomenal. Ana, una de ellos, me comentó que le apetecía volver a jugar a algún juego conmigo. Me dijo que una amiga suya, amante de los pájaros, se había comprado el Wingspan y lo había llevado a su casa unos días antes. Tanto a Ana como a Javier –su pareja, mi otro amigo– les había costado un poco entrar en el juego –ésta amiga suya había jugado poco más que Catán antes de adquirir el juego–pero una vez habían pillado las mecánicas terminaron disfrutándolo enormemente.

Wingspan (en esta foto, jugado en solitario) es posiblemente el clásico instantáneo más potente de la última década.

Con ellos yo había sido siempre precavido a la hora de sacar juegos de cierto nivel. Mucho juego tipo «party», alguno de cartas relativamente sencillo, pero poco más. Mi opción primera fue el Arquitectos del reino del oeste, un juego al que tengo especial aprecio, que creo que tiene un plus de interacción y que tiene un pequeño salto inicial de dificultad con la iconografía pero que una vez se solventa va como la seda. Lo vi como una opción natural.

Cuando llegué a su casa toamos algo antes. Todo genial, se nos unió un tercer amigo que se fue poco después y que nos dejó algo alterados –mucho hablar y muchas risas–, el caso es que cuando íbamos a sacar el juego supe que no era el mejor momento. El ambiente había cambiado, se había hecho algo tarde para estar en el patio –la luz iba desapareciendo y la artificial no era la adecuada–y me dio la sensación de que pedía otro tipo de juego.

Me encantan las ilustraciones de Dimitrievski para Arquitectos del reino del oeste. Éste señor me representa.

Yo sugerí dejar la partida de Arquitectos para otro momento. Insistieron. Les dije que no lo hicieran por mí, no tenía problema ninguno en volverme con el juego sin abrir, mucho menos si la tarde había sido tan agradable como estaba siendo. Pero volvieron a insistir, quizá pensando que yo no era del todo sincero y también puede que sintiéndose responsables de haber pedido jugar a un juego para luego no jugarlo. Insistí una vez más; volvieron a insistir de nuevo. Viendo que no íbamos a ningún sitio saqué el juego y lo desplegué. Mientras, apunto que creo que jugaba la selección de fútbol un partido más o menos trascendente de la pasada Eurocopa y Javi decidió «ponerlo de fondo».

Alguno de los que estáis leyendo esto pensaréis en este momento; «se masca la tragedia». Ellos se apuraban por preguntarme cosas que ya había explicado y aunque yo no tenía ningún problema de repetirlas una y otra vez, notaba que a veces callaban para no realizar una pregunta y hacían aciones que conocían simplemente por no preguntar, aunque fuese en contra de su estrategia. Entremedias, imaginaos; pausas para echar un vistazo al partido, revisiones de la luz artificial, añadiendo más bombillas según iba yéndose la luz natural, preguntas, disculpas, análisis parálisis…

La partida duró casi dos horas y media, hora y media más de lo que debería. Los últimos turnos habían sido lentos y a esas alturas les había requerido esfuerzos titánicos. Pero les había gustado, o eso decían, al menos parecían satisfechos, aunque estoy seguro de que lo que les había reconfortado era la idea del potencial del juego, de haber terminado de jugar sabiendo jugar al fin más que la diversión que les había reportado el hecho de jugarlo. La falta de comunicación y no dejar claras ciertas querencias y apetencias, sobre todo cuando no hay compromiso –pero si parece que lo hay–, puede echar por tierra una sesión de juego sin que nadie lo vea venir.

‘La noche que cayó Pompeya’ un juego que funcionó en su momento con algunos amigos no jugadores y que lamenté haber desechado para estos viajes.

Otra anécdota. He pasado una semana en la costa, con amigos y con familia en distintos momentos. En uno de ellos, jugué con una persona de sesenta y pico años a Potion Explosion. Un juego que consiste en retirar canicas de colores de un dispensador. Cuando lo haces, las canicas que se mueven del mismo color que chocan entre sí, te las llevas a tu zona de juego para completar pociones que contienen huecos de colores destinados a esas canicas. Cuando completas una poción, ésta te da un poder especial que cuando lo usas te permite realizar alguna acción beneficiosa extra.

Esta persona con la que jugué a Potion Explotion no suele jugar juegos de mesa y siempre que lo ha hecho ha sido gracias a mí. Al ver el llamativo dispensador de canicas de colores insistió en jugar. La enseñé sin utilizar los poderes de las pociones pero en la partida había también dos personas más, mucho más habituadas a jugar juegos de mesa y aunque todos estábamos por la labor de tener paciencia para que aprendiese a jugar, al final teníamos que meter esos poderes porque es lo que le daba vida y diversión al juego.

Cuando metimos los poderes lo paso fatal. Concurren aquí dos cuestiones; tiene un problema auditivo por lo que hay que subir la voz al dirigirse a ella, y también tiene lo que creo que es un deficit de atención derivado de lo anterior.

El dispensador del Potion Explotion jugado sobre un tapete «cañí» en una mesa de azulejos de colorines.

El extra de paciencia que hay que poner en partidas como ésta acaba por compensar a la persona, que habitualmente, como era el caso, se ve impelida a echarse a un lado y no jugar en pos de que los demás tengan una experiencia gratificante. Primero por un exceso de confianza, nos pedía jugar con nosotros, pero luego por lo mismo, nos decía que estaba siendo un lastre y que quizá era mejor que jugásemos solos.

Al principio se reía, todos reíamos, no pasa nada, le quitábamos hierro al asunto, al fin y al cabo estábamos jugando para divertirnos, podríamos no jugar y simplemente charlas. Le ponía esfuerzo, le ponía ganas, pero no era capaz de retener las reglas mínimas de uso de los poderes y a cada turno que le llegaba había que explicar los poderes de las pociones de nuevo en voz alta para que ella escuchase.

Sin duda, lo más importante no es el juego y cuando juego con gente no afín al mundillo de juegos de mesa esto se hace más patente hasta llegar al punto en el que resulta importante recordártelo a ti mismo.

Fue dificil pero al final lo pilló. Mereció la pena. Habituada a sentirse en otros ámbitos algo desplazada –autodesplazandose incluso– finalmente en días posteriores volvimos a jugar y excepto correcciones puntuales, las partidas fluyeron bien. Y ella tan feliz. La paciencia con la gente que la necesita acaba siempre por dar frutos, quizá no para uno mismo, o no de forma directa, pero sí con los demás.

¡Es Magic!

Por último, la experiencia en la que menos esperaba estrellarme.
Compré una caja de iniciación de Magic para mi ahijado. Había jugado con él muchas veces, a juegos competitivos y con su punto de dificultad. Recién cumplidos los doce años pensé que era buen momento para iniciarle en ello.

Es un perfil el suyo bastante parejo al que podemos tener hoy en mente para un chico de esa edad; muy pegado a la actualidad de los videojuegos, con el móvil siempre en la mano, flipado con tik-tok, relativamente introvertido pero con un fondo muy agradable y noble. Ya en otra ocasión jugué con el a otro juego de cartas parecido y pensaba que le entraría divinamente. Escuchó mi explicación con ganas y jugamos la primera partida.

Todo iba sobre ruedas hasta que vio que las cajas incluían sobres sin abrir de Magic. Desde ese momento no pudo pensar en otra cosa. Aunque le dije que esperase a abrirlos, porque pensaba que le sería más gratificante si los abría sabedor –más o menos–de lo que significaba lo que había en su interior, no pudo pensar en otra cosa y quiso abrirlos por delante de cualquier cosa. Los abrió, sin saber qué narices significaban cada carta, pero empezó a dividirlos por los que tenían «brilli brilli», esos que tienen elementos foil y por colores. Entonces durante las dos partidas que jugamos decía no entender por qué si él bajaba cartas con ilustraciones más chulas o con algún elemento brillante o diferente en su diseño, no tenía las de ganar ante las mías, quizá más sosas y habituales.

Tal fue el asunto que atendía a mis explicaciones pendiente de las cartas más que a las mecánicas. No supe explicarlo bien o bien no había forma de hacerlo.

Quizá estos juegos a los que el muchacho es tan aficionado, le hicieron pillarle pronto el gusto a Potion Explotion. Los diseñadores no son tontos, no…

Me dio por analizar las razones, por echar la culpa los videojuegos que conllevan logros y subidas de nivel como fin último y no como medio, a su falta de atención por el juego y a otras razones mientras meneaba al cielo el puño cerrado como un abuelo furibundo. Sin embargo, con el Potion Explotion, el muchacho se salió de gusto. Y posiblemente fuera porque este último calca mecánicas y sensaciones videojueguiles, como las que podemos encontrar en algunos famosos juegos de móvil a los que él juega.

Quizá operen aquí razones aprendidas que una vez puestas sobre la mesa satisfagan mejor o peor a quienes juegan. Mecánicas sencillas pueden entrar mejor a los jugadores noveles, pero no son necesariamente mejores ni peores que otras que encajan porque la habilidad de sus diseñadores ha sido conjugarlas con atino.

Siempre se ha dicho que si hubiese una fórmula correcta para escribir un buen best seller, todos los libros serían iguales. Posiblemente este tipo de experiencias hagan ver que diseños sencillos pero con su intensidad y aspecto diferenciador como pueden ser Wingspan o Potion Explotion, son aciertos en sí mismos mucho más difícil de ver de lo que parece, y nunca está demás que se nos recuerde que hay que ponerlo en valor.

De momento, yo seguiré manteniendo que la experiencia delante de un juego de mesa puede ser tan variada y con tantos matices como lo es la persona que se siente delante nuestro con la firme intención de disfrutar contigo de ese juego.

Publicado por

LuisFley

Juego a juegos de mesa y casi siempre pierdo. Poco más que decir. Si acaso, que grabo un Podcast sobre ello llamado 'Planeta de Juegos'.

4 comentarios en “Malas partidas pero buenas experiencias. Sobre todo con personas no habituales a la afición, he vivido en las últimas semanas algunas malas partidas de las que sacar algo positivo.

  1. Las experiencias aunque sean malas pueden ser positivas y leídas tus reflexiones sobre esas experiencias lúdicas con gente no jugona, creo que sacas muchas cosas positivas de ellas y los que te leemos también las obtenemos cuando las compartes con nosotros. Un placer leerte.

    1. Muchas gracias, Alonso
      es un placer leer comentarios así. Me alegra ver que las cosas que pienso y me ocurren también la viven los demás.
      Un abrazo!

  2. Sigo tu podcast, desde hace unos años. Me ayudaba a sobrevivir en un agujero laboral. Luego descubrí que está en Gen X. A ti y Chechu os descubrí de forma sonora y, de hecho, hace tiempo estando en la tienda escuché su voz y e dije: ¡coño este es el del podcast! Até cabos con ambos.

    Dicho esto al turrón: hace poco estuve en Santander, en casa de una amiga, ex de la universidad (Políticas), que me dejó su casa y que le cuidase a la gata mientras hacía un viaje. Con tal de huir del caluroso paraíso de la libertad, cuido una pitón si es necesario. Me llevé un par de juegos solitarios y el Burgle Bros para jugar con ella. Al contarle q iba de atracar un banco, le gustó la idea, a quien no por otra parte, especialmente dos ex de Políticas. Tras regresar de su viaje, el mismo día de su vuelta, jugamos. Venia cansada y no las tenía todas conmigo. Jugamos partida sencilla, solo dos plantas. Le costó entender algunas regla, especialmente reventar la caja, pero creo q era cansancio. Yo le dije q si se aburría me dijese. Puso de su parte y la terminamos. Creo que le gusto el juego y yo fui paciente en explicar y repetir reglas. Me di cuenta del JUEGACO q es Burgle Bros, si bien con otros amigos no jugones he desistido. Cuando la gente no se lo toma en serio, mejor desistir porque puede acabar en violencia, por mi parte, claro. Además a mi ex le regalé el pack El arte de volar y El ala rota, como agradecimiento a salvar mis vacaciones sin cobres excesivos. Creo q le han encantado.
    Termino diciendo q de mi grupo de jugones, con mas años q yo, además de roleros muy expertos, ese domingo q tú estabas con tus amigos, nosotros tuvimos partida (jugamos a Cosmic encounters, creo q un clásico) y les dije con la boca pequeña (son muy friquis) que quería terminar nueve para ver el jurgol. Qué satisfacción cuando me dijeron que ellos también. Acabamos viéndolo con comida china. Todo es compatible en esta vida.
    Estaré pendiente de tu blog.

    1. Hola, Gonzalo;
      agradecerte tus palabras, lo primero, y me alegra que hayas llegado hasta aquí a través del podcast y los vídeos.
      Tu experiencia es la de muchos, pero creo que aprendiste pronto a donde te puede llegar insistir (y no insitir, de hecho). Al final todo depende de las circustancias, y muchas veces pensamos que podemos forzarlas un poco, y quizá podamos, pero acabamos por pasarnos de vueltas como no sepamos frenar a tiempo. Y se puede ir todo al traste sin saber cómo ni por qué.
      gracias por compartir tus historias.
      un fuerte abrazo.

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