Napoleon's Triumph

Aprender a perder en compañía Aprender y explorar juegos junto con algunos tipos tan "enfermos" como yo han constituido experiencias únicas.

Me ocurre a menudo que la dificultad, las ganas y el empuje de acercarme a un juego es directamente proporcional a la cantidad de gente que te acompañe en el aprendizaje. Sobre todo si tu único acicate eres tú y no tienes la capacidad de ofrecerte a ti mismo garantías. Si eres el que va a explicar el juego tienes la maravillosa presión de saber que hay quien va a atender a tus esfuerzos de aprender sus reglas. Si es un juego que te apasiona, será más sencillo. Pero si es un juego que, además, no has aprendido en soledad, es posible que se convierta en una experiencia en sí misma.

El esfuerzo es superior y a menudo solo va a surgir de ti, de la fuerza y el empeño que le pongas, y para eso tiene que haber un vínculo con ese juego desde el minuto uno. O eso, o tienes la suerte de tener un grupo amplio y diverso de jugadores con los que compartir ese esfuerzo. Por ejemplo, tengo la suerte de tener cuatro jugadores que leen y empollan las reglas de Pericles cada vez que vamos a tener una sesión de juego de la campaña que tenemos en curso, y casi diría que hemos aprendido entre los cuatro a jugar. Con el último ejemplo que se me ha dado, Root, tengo la seguridad de que, de momento, no me faltarán candidatos para jugarlo. Sin embargo, no sé si el poder inmersivo del juego, de por sí, por sus características, de para que el aprendizaje se realice en un acompañamiento o en soledad. Puede que la forma del juego y sus mecánicas tengan mucho más que ver de lo que parece.

Napoleon's Triumph
‘Napoleon’s Triumph’ tiene la amabilidad de traer dos libros de reglas iguales, para que aprendas a jugar con tu amigo. Simmons Games / 2007

Si tenemos la fortuna de tener ese grupo, el de mucha gente jugona, es posible que sea más complejo si los juegos de estas características pueden jugarse a una mayor cantidad de personas. Al menos a mí me sucede; es más sencillo encontrar a una sola persona que quiera jugar ‘For The People’ y compartir su aprendizaje entre dos personas que encontrar a varios. Es una cuestión casi estadística, o de tiempo. Si a los chicos con los que aprendo a jugar ‘Pericles’ les meto en otro «embolado», abarcaríamos jugando menos de lo que querríamos. Cada uno tendrá, además, espectros de juegos con otros grupos que quiera aprovechar, y la rueda seguiría jugando y, por desgracias, el tiempo es finito.

Eso me ha ocurrido estos días con ‘Napoleon´s Triumph’, un juego para dos jugadores que entra en un umbral de dureza y exigencia que exige una dedicación intensa. Es un juego que pertenece a un tiempo (2007) en el que quizá se concebían y se planteaban ciertos tipos de juegos aún con la idea de que se sabía que no ibas a aprender a jugarlo solo; de hecho, trae dos manuales exactamente iguales, para ti y para tu compañero.

Un antiguo socio del club Mecatol Rex me dijo una vez: “Si quieres aprender a jugar a un wargame, pilla a un amigo que esté tan flipado por ese juego como tú y aprended las reglas entre los dos”. De las personas que conozco con más experiencia en estos juegos siempre me han comentado la importancia del grupo y de la necesidad de compartir ese aprendizaje más que realizarlo de una forma autodidacta, propensa a no generar debate, sintetizar sistemas y no solventar dudas. ¿Cómo nos hemos planteado esto?

Mi compañero Val –integrante de ‘Planeta de Juegos’–, es el que llevaba empujando la posibilidad de encontrarlo y jugarlo. Una buena oferta de segunda mano hizo que entre varios miembros del club lo comprásemos. Val y yo nos leeremos las reglas y Val, de algún modo, con su conocimiento previo, tutorizará nuestra partida. Y una vez juguemos nuestra primera partida, iremos cada uno de nosotros enseñando a los socios que han aportado para la compra del juego. Seguro que habrá ayuda por parte de ellos, en cuanto a que podrán leer las reglas. Pero la iniciativa, el empuje y la energía desde luego surge de Val, y de manera secundaria, de mi parte. El estímulo para que los demás jueguen saldrá de uno, y sin embargo el reaprendizaje del juego y el tirón que estimule a los demás surge solo de dos personas.

Nuestro compañero de ‘Mecatol Rex’ Isra, nos hizo una clase maestra de ‘Aristeia!» a todos los que tuvimos interés por el juego. Poco a poco, los jugadores nuevos aprendemos haciendo comunidad. ‘Aristeia! Corvus Belli / 2017

Ahí está un poco el ciclo al que me refiero. Un juego a dos jugadores que le encanta a Val, que sabe jugarlo, que yo llevo siguiendo desde hace años y que los demás solo conocen por nuestros comentarios pero que seguramente no les hubiera hecho alzar los brazos de haberse cruzado esta copia de segunda mano –el juego no es fácil de encontrar–delante de sus ojos.

Pensad en los primeros juegos a los que jugabais y por qué, en esa adolescencia, os sentíais febrilmente unidos a vuestros juegos, y también en cómo elaborabais vínculos muy concretos con quienes los jugabais. No era solo el hecho de que jugarais juntos a algo, sino que explorabais el juego al mismo tiempo e ibais aprendiéndolo al mismo nivel, creciendo en conocimiento y descubriendo sus sorpresas a la vez. Con mi primo encontré el rol con 12 o 13 años y entre ambos jugamos horas y horas a juegos medio inventados basados en otros reales de los que en rara ocasión conseguíamos agenciarnos todas sus reglas. Por ejemplo, Battletech, o Cyberpunk, con unas pocas fotocopias aleatorias del manual. O juegos que no sé exactamente de dónde salieron, pero que llamamos Speelcastle y Barbarian, y que eran mezclas de lo que podíamos rescatar de varios juegos e imágenes de revistas extranjeras que calentaban nuestra imaginación.

Era una época casi enfermiza, en la que, cada fin de semana, subíamos al cobertizo de casa de mi tía para tirarnos horas y horas jugando y tirando dados, extasiados de la cantidad de situaciones que deseábamos interpretar, probándonos a nosotros mismos, intercambiando los papeles de «master» para la misma campaña –de verdad, siendo adolescente puedes hacerlo todo–, muriendo y volviendo a nacer. No hubiera ocurrido nada semejante si mi primo y yo no hubiéramos conectado de la misma manera en el mismo lugar y con la misma pasión de jugar y aprender al mismo tiempo.

Toda esa exploración la realizamos juntos y seguramente, de haberme «picado» el insecto del rol solamente a mí y si no hubiera encontrado un compañero de correrías como él, es posible que ni estuvieras leyendo esto. Dicho esto creo que puedo afirmar que las mejores experiencias delante de un juego han sido gracias a que alguien más ha estado aprendiendo conmigo y enseñándome el juego hasta estar en el mismo nivel. Ojo, siempre hablando de juegos que te pellizquen, te exijan y que te piquen el interés suficiente como para que las sensaciones sean intensas.

A principios de los noventa llegó a nuestras manos algo parecido a esta ficha de Battletech y nos medio inventamos cómo jugar con ella.

Por ejemplo, Aristeia!. Un juego de confrontación con un potencial de crecimiento y competitividad que promete explotarlo al máximo. El juego crece con su comunidad, pero aún es lo suficientemente asequible como para poder subirse al tren sin que nos duela la cabeza. Aprender y desgranar el juego con los demás es lo mejor que éste tipo de juegos tiene. Los LCG´s proporcionan eso, la posibilidad de crecer con el juego pero también con alguien que empiece al contigo al mismo tiempo.

Algunos de mis pequeños fracasos están en dos mundos distintos pero parecidos. El primero en ‘Pendragon’ de GMT. El primer acercamiento de cuatro jugadores fue algo fatuo; nos atrajo pero con dudas y no caló en los jugadores lo suficiente. Un juego de estas características necesita que el empuje sea continuado, y siendo un juego disfrutable a cuatro jugadores, con un solo cómplice, después del primer acto fallido, seguía quedándome corto. Otro podría ser Feudum, del que quise empaparme de las reglas, convencido de adquirir el juego, pero me detuve a tiempo porque vi especialmente difícil que la intensidad que exigía el jugarlo no fuera proporcional a lo que podrían querer otros jugadores de mi entorno y que todo iba a quedarse en agua de borrajas. Otro juego, salvando distancias evidentes por formato fue World Of Warcraft. Sí, el juego de pc –espero aquí caras de exaltación–.

‘De Barbarossa a Belin’ es uno de mis últimos triunfos. Encontrar un compañero y exprimir a tope el juego, sus mecánicas y su temática, es una experiencia insustituible. ‘De Barbarossa a Berlin’ / GMT - Devir

Estoy seguro que me diréis que es un juego que intrínsecamente se juega en soledad, pero en realidad es un juego que genera un avatar y te introduce en una comunidad y un mundo a explorar, vamos, como todos los de éste tipo; aunque juegas «solo» realmente no estás jugando solo. Un amigo y yo compramos el juego durante sus primeros años; la idea era ir subiendo juntos de nivel, quedar a ciertas horas de la tarde, cada dos o tres días, conectarnos, explorar mazmorras al mismo tiempo e ir creciendo y aprendiendo a la vez. Lo que ocurrió es que él se enganchó tanto que jugaba a horas a las que yo no podía y su nivel subió muy pronto dejándome atrás. Exploró las posibilidades del juego mucho más rápido y su tiempo me exigía ese mismo tiempo para estar a un nivel parejo al suyo para poder seguir adelante con nuestro plan. Acabé abandonando el juego porque mi premisa inicial no era la que, quizá, éste juego ofrece.

Termino éste texto con un último apunte, el que ya se ha dicho muchas veces en cuanto a los «juegos de grupo». Todo lo que he escrito viene a ser una reivindicación de lo mismo. Pero, en realidad, con tan solo un compañero basta, porque dos personas se retroalimentan de manera indecible, incluso aunque el juego al que quieras jugar esté destinado a más cantidad de jugadores, un solo compañero al que mirarse en el espejo que tenga la misma capacidad de insuflarte ganas de jugar y aprender, es suficiente. Dos mentes conectadas tiran y atraen a más gente que uno solo, y juegos complejos que requieren más jugadores encuentran más facilmente jugadores si hay dos jugadores referenciales.

Sin el juego solitario y autodidacta es una vertiente muy interesante, pero se convierte en otra cosa que sugestiona resortes en niveles ligeramente distintos. El aprendizaje y el crecimiento en un juego a través de retroalimentarse con un compañero, con las mismas energías, ganas y querencia, es el tipo de experiencia que, al menos a mí, me ha traído hasta aquí.

Publicado por

LuisFley

Juego a juegos de mesa y casi siempre pierdo. Poco más que decir. Si acaso, que grabo un Podcast sobre ello llamado 'Planeta de Juegos'.

2 comentarios en “Aprender a perder en compañía Aprender y explorar juegos junto con algunos tipos tan "enfermos" como yo han constituido experiencias únicas.

  1. Excelente entrada. Mi grupo acaba de comenzar una campaña de BattleTech, y si no fuera por el esfuerzo en conjunto, no creo que durase mucho la campaña… Y claro, siempre hay unos pocos que sirven de gurús del juego.

    1. Hola, Merita
      pues en ese tipo de juegos donde la inmersión de un grupo (competitivo en muchas ocasiones) es tan importante, tener referentes se convierte en un plus para disfrutar totalmente de la experiencia.
      Además… ese juego a mí me llama tanto…! necesitaría un «tutor»!
      gracias por tu comentario!

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