Tan solo son juegos de mesa Tienen razón quienes piensan que el ocio puede trascender y quienes piensan que el ocio es solo eso, ocio.

Hasta donde yo sé, las edades del hombre configuran de forma bastante clara lo que espera de la vida y de sí mismo. Sus aficiones y tu ocio también. Pero la maldita idea de trascender que tenemos, como seres pensantes y destinados a cascarla, nos hace plantearnos una y otra vez en qué demonios gastamos nuestro valioso tiempo. ¿Los juegos de mesa son sólo juegos de mesa?

Hace unos años quede con un amigo para a jugar una partida al María y recuerdo que iba a ser un domingo por la mañana. Algo me surgió que no pude asistir y tuve que avisar a la persona con la que había quedado. Llevábamos tiempo pensando en jugarlo, habíamos tratado de quedar ya en alguna ocasión e íbamos con las reglas leídas, a pesar de que un tercero, conocido de mi amigo, se había prestado amablemente a explicárnoslas. Ya sabemos que es de bien nacido ser agradecido y mucho más ir con las reglas leídas a una partida.

Pero esto iba más allá, ya sabéis, iba de la liturgia que envuelve un juego, del reconocimiento de nosotros mismos apostando por jugarlo, de tener la certeza de que todo lo que lo envolvía nos atraía, de querer saber más sobre la época del juego –la guerra de sucesión austríaca– y la emoción de verse envuelto en un buen puñado de motivos que, por sí solos, ya eran motivadores.

Una pequeña capa de profundidad y conflicto puede ser suficiente para dedicarle todo tu tiempo a un solo juego.
‘Warhammer Underworlds: Shadespire’ (Games Workshop Ltd./2017)

Pero aquella mañana de domingo, no recuerdo por qué, se fue al traste. Llamé a mi amigo y le pedí disculpas. Tanto tiempo preparándolo para tener que interrumpirnos cuando el asunto parecía estar en el punto álgido; en la partida. Y no ocurrió nada, simplemente aceptó el contratiempo y me dijo; «no te preocupes, solo son juegos«.

¿Solo son juegos?

Llevo mucho tiempo lamentándome de muchas cosas en esto de los juegos de mesa. De no haber jugado a tal juego en su momento, de haber entrado tarde en algún tipo de juego que implica compromiso como jugador, de haber dejado escapar alguna oportunidad de exprimir partidas… Me veo rondando en las mismas posiciones que cuando era más joven, pero con energías diferentes. Me recuerdo a mí mismo leyendo a Kafka y Joyce con 17 años porque parecía ser jodidamente importante leer todo cuanto pudiera hacerme comprender preguntas que ni siquiera sabía formular –chico confuso que era uno–. El tiempo siempre ha sido una obsesión para mí, ya he contado por aquí que incluso he tenido problemas serios con ésto. Y con los libros, mi enfermiza necesidad de canalizar la ausencia de conocimiento y esa sempiterna «no trascendencia» me hizo –y aún arrastro– tener miles –sí, algo más de un par de miles– de libros que jamás leería.

Pero ahora, tras unos años de contratos conmigo mismo, veo que los juegos de mesa son un ocio saludable que corre riesgos de no serlo para quien accede a él con necesidades de serie. Antes, para mí, leer una novela era un ejercicio insuperable, y era, además, algo que debía ser más que un divertimento y que aportase más de lo que, a priori, pudiera aportar.

Supongo que el tiempo va escurriéndonos como una bayeta vieja y exprime energías que antes nos sobraban para dedicarle a lo divino. Antes no me importaba leer novelas de dos mil páginas y ensayos de otras tantas, ahora no soporto ver que a la página treinta el libro aún hay superficialidad y poca «chicha» ¿Ocurre lo mismo con los juegos?

¿Hay ganas de trascender cuando jugamos a juegos, o simplemente jugamos para divertirnos, como un ocio sin más pretensiones?

Pues supongo que sí, que con los juegos de mesa puede ocurrir algo parecido. No por su dureza, su duración o su dificultad, pero sí por considerarlos parte del ánimo de que te exijan algo que deje el poso que necesitas más allá de la mesa. El puzzle perfecto, el reto ideal, el desafío que exija tu suprema superación. Tres, seis o diez horas de juego.

Hoy, por ejemplo, juego al rol más pendiente de las tramas, la diversión y el entretenimiento y dotando de más valor al equilibrio del todo que de romperme la camisa jugándolo. Recuerdo partidas con enfados, con exceso de vísceras, con interpretaciones sediciosas e incluso con un master cuya idea no era pasarlo bien, si no un the show must go on por encima de los jugadores y de lo que ellos quisieran. En éste punto, siempre recuerdo a Gary Oldman en el making of de «Drácula», quejándose amargamente porque no veía clara alguna línea de diálogo de su personaje conforme a cómo él lo consideraba. Acto seguido, Antony Hopkins decía algo así como «yo era igual que él a su edad, ahora me divierto y hago lo que me dice el director«. ¿Disfruta o siente uno más que otro al «actuar»?

¿Jugamos a ésto solamente por ocio? ¿Es tan sólo pasar el rato de forma social, con amistades, con amigos, con compañeros? Pues según a quien le preguntes, sí o no, pero ni una ni otra respuesta debe de ser maravillosamente real. Puede que las ideas varíen dependiendo de las cabezas de donde surjan. Pero algunas se establecen lentamente en un día a día bastante exigente, corriendo el riesgo de transformarse en «otra cosa».

Hay quien ve arte, quien admira una portada y descubre en ella algo más que un «eurogame de peso medio que va bien a tres jugadores y que puede jugarse con toda la familia», y ve en un juego euro –por ejemplo– la pretensión de combinar mecánicas solventes en una unión bien construida, líneas estéticas asépticas pero con elegancia y un heredero orgulloso del «euro» tradicional de colocación de losetas y gestión de dados.

Hay a quien nada de ésto le importa y hay quienes, sin exprimir éste punto, el hobby no vale nada. Incluso hay a quienes el llamarlo hobby les ofende, y «ocio» es poco, y es su única y verdadera razón para ocupar su tiempo libre. Hay quienes lo combinan con el cine, los comics y montar LEGO y no necesita más. Y hay quienes no comprenden que alguien pueda querer hacer otra cosa que no sea jugar a juegos de mesa.

El otro día en mi trabajo, durante la hora de la comida, escuchaba a dos compañeros hablar de la jubilación, de la suerte que había tenido una compañera en conseguir la reducción horaria e ir tan sólo tres veces a la semana a trabajar para cubrir lo que necesitaba hasta jubilarse el año que viene. Estuvieron toda la hora de la comida hablando de lo mismo. Cada uno tenemos la necesidad de expresar lo que nos asusta, interesa o nos gusta, con los intereses que tengangamos en el tiempo –y edad– en el que nos toca pensarlos. Los juegos de mesa tienen el mismo germen, pero ocupan mucho espacio en muchos aspectos de la vida.

Supongo que cuando nos toca pensar en otras cosas y la vida, como dice mi querido Chechu «nos atropella», hay quien se plantea qué hacer con la trascendencia real de su ocio. Un niño aparece en tu vida, lo cambia todo y es posible que jugar al Here I stand se convierta en lo más parecido a hacer una peregrinación a Santiago. O transforme tu vida hasta el punto en el que los juegos de mesa son ocio sin más, o que no sepa –ni quiera– darle ninguna pátina al asunto y siga siendo lo que era hasta entonces. Cuando a uno le toca pensar en «cosas de mayores», aquello en lo que ocupamos el tiempo libre parece que pasa a segundo plano. Cuando no lo hace es que alguna relación tenemos que dote de importancia a ese asunto. Hay jugadores que son felices jugando un rato los fines de semana, contemplando su ocio como lo que «ocio» significa para ellos, y otros que no comprenden esta manera de afrontar ésto del jugar a juegos de mesa.

A veces escucho o leo que a un escritor de raza le puede dar algo por no poder escribir, el cineasta que no puede dejar de crear cine, el músico que por tocar su guitarra es capaz de hacerlo gratis o en la calle. Ya sabéis, la intensidad del artista y todos estos rollos… El arte se arraiga en nuestras raíces como especie porque somos capaces de entender que estas situaciones son reales, que ocurren, que pueden darse y que como humanos las transigimos y comprendemos.

Un ‘Here I Stand’ hoy puede ser como hacer el camino de Santiago. Foto: BGG (GMT/2006)

¿El jugador muere si no juega? ¿El creador de juegos de mesa cae enfermo si no puede crear juegos de mesa? Quizá eso distinga levemente el concepto artístico de muchas cosas a las que deseamos llamar arte pero que no atinamos a saber describirlas como tal. El ocio es ocio, el arte es arte. Válgame el meterme en estos asuntos y en qué hora me pongo a divagar. Pero es cierto que la situación en la que estamos, el momento de nuestra vida en el que nos encontramos, quizá nos haga responder de distinta manera a la misma pregunta que, preguntada hace unos años –o dentro de varios años– puede que tenga respuestas diferentes.

Más de una vez he oído que, en general, cuando uno se va haciendo mayor se olvida de las complejidades, establece ritmos de vidas acordes con sus nuevas circunstancias, y alivia la cada vez mayor pereza con tareas que requieran menos excesos de energía. Cuesta leer a Kafka con la misma gracia y levedad con las que, en mi caso, me empujó a viajar por Praga siguiendo sus pasos. Los escritores más afamados que aún siguen vivos vuelven siempre a Stevenson y a la novela negra. García Márquez terminó sus días leyendo novela de suspense sueca y Faulkner, ya muy enfermo, sólo pedía para leer los folletines de intriga que venían con las revistas del corazón. Será porque el placer, al final, es más sencillo y benefactor que la introspección cuando no hay energía ni tiempo para ella, y menos duro que plantearse asuntos que les lleven a pensar en la cercanía de la parca.

Jugar a juegos de mesa es jugar, algo que se relaciona injusta y absurdamente con edades tempranas. Todo el mundo juega, el hombre necesita jugar, los viejos también, ver Telecinco y las telenovelas es una forma de jugar, escuchar el fútbol en la radio es otra manera de jugar, jugar es jugar y todos jugamos. Y por eso tampoco puedo estar de acuerdo con eso de que «a quien no le gustan los juegos de mesa es porque no ha probado el adecuado«, porque a todos nos gusta jugar, pero no a todos nos gusta jugar de la misma manera.

Y ahí discurre la delgada línea entre el placer y la concepción de que todo lo que trasciende y ha de ser importante no conlleva placer. Mi amado Joan Benet aplicaba esto a la idea de que el escritor no puede ser ocioso, y para ser buen escritor debe anular esa parte de él. Pero escribir, sea como sea y de la manera en la que se haga, es otra forma de jugar.

No sé si nuestros juegos de mesa son arte y si, como tal, han de trascender. Pero está claro que depende de cada uno decidir sobre sí mismo si un juego de mesa es tan sólo un juego de mesa.

Publicado por

LuisFley

Juego a juegos de mesa y casi siempre pierdo. Poco más que decir. Si acaso, que grabo un Podcast sobre ello llamado 'Planeta de Juegos'.

6 comentarios en “Tan solo son juegos de mesa Tienen razón quienes piensan que el ocio puede trascender y quienes piensan que el ocio es solo eso, ocio.

  1. Siempre decimos dos cosas ante las angustias de algunos con los juegos:
    - A esto venimos a pasarlo bien, no a pasarlo mal. Si es lo segundo, abandono
    - Es solo un juego. Porque es así, un entretenimiento.

    Gran artículo Luis!! Un abrazo!

    1. Hola, Edu!
      Pues muy bien dichas, claro que sí.
      Estoy de acuerdo en ello, pero supongo que no todos los términos nos sirven a todos. Entiendo que hay quien querrá ver algo más allá del entretenimiento, buscar vueltas y ver sentidos con más peso y también es respetable. ¡Allá cada cual!
      ¡muchísimas gracias por el comentario!

  2. ¡Que gran texto Luis! Y que necesario para los que viven intensamente esta afición.

    Por mi parte nada que objetar. Me gusta jugar y siempre que la vida me lo permite intento que haya partida en mi fin de semana, pero no siempre lo consigo… y aunque me da rabia, tampoco pasa nada.

    Los juegos siguen formando parte de mi vida porque al final convertí el ocio en profesión (algo, que si me pongo a recordar, he hecho otras veces en mi vida… así de práctico soy con mis cosas :D) y eso implica que muchas veces acabe agotado de leer reglas o de destroquelar cartones. El juego ha perdido un poco de magia con los años pero aún sigue la chispa y la brasa que me vincula a este mundo y las partidas que me enganchan a la mesa.

    En fin, gracias por el texto, jefe. Una gran lectura.

    1. ¡Hola, Pedro!
      Hay algunas cosas que en el artículo no comenté, como el enfoque que Luis (Black Meeple ) me dio por privado y que creo que engloba a muchos: aunque el artículo se refiere a la importancia en sí que se le da a nuestras partidas, es cierto que mucha gente juega para tener vías de escape de su día a día, relajarse y olvidarse del mundo durante un rato. Esto, a mi parecer, cobra sentido y peso teniendo en cuenta el escaso tiempo libre que tenemos y lo importante que es poder tener una puerta a la que asomarnos cuando queremos bajarnos de la rutina.

      Entiendo que al hacer de esto tu forma de vida, el enfoque, en ciertos momentos, cambia, pero la energía y el motor –esas brasas de las que hablas– están ahí. Creo, además, que es fácil que tus motivaciones vayan cambiando de forma circular a lo largo de períodos cortos de tiempo. A los que solo jugamos, es posible que nos cueste entenderlo.
      ¡Gracias por leerlo por pasarte por aquí y comentar, artista!

  3. Hola Luis,

    Excelente entrada. Es de envidiar sanamente la fluidez que tienes escribiendo y cómo eres capaz de llevar algunas reflexiones más allá de ser eso, simples reflexiones, que suelen surgir muchas veces de forma espontánea tras una sesión de juegos de mesa.

    A mí me llegó ese punto de organizar mi tiempo de forma más eficaz y acorde a mis energías hace un tiempo, aunque solo tengo 41, el ritmo de vida aquí en Berlín, me ha hecho tener que seleccionar los intereses o hobbies a los que quiero dedicar mi poco tiempo. Esos problemas que tuviste, los he conocido y vivido. Al final tuve que seleccionar y vivir aceptando la vida tal como viene y con el tiempo que contiene.

    En mi caso me encantan los juegos de mesa, pero personalmente necesito un equilibrio temporal con otras aficiones y salir a la calle con los amigos. Llegué a sentirme totalmente aislado y solo cuando mi vida solo eran los juegos. Para mí es una parte importante de mi forma de vivir, pero no la única. Creo que eso es esencial para mí actualmente. Me dedico profesionalmente a los juegos de mesa y también me ha hecho cambiar el enfoque.

    Saludos desde Berlín,

    Carlos Aguayo (Juegos de Mesa en Brettspielgeschäft.Berlin)

    1. Hola, Carlos:

      Compruebo consternado que el comentario de respuesta no quedó grabado cuando lo escribí :(. Lo lamento y voy a tratar de reproducir lo que te puse. Lo primero, mil gracias por tus palabras, son un aliento imprescindible y te las agradezco enormemente.
      Hay una frase de tu comentario que creo que puedo reducir al 90% de las cosas que reflejo en el blog, que es «Al final tuve que seleccionar y vivir aceptando la vida tal como viene y con el tiempo que contiene.».

      Y es que creo que ésta especie de diario es un reflejo de cómo esa vida impacta y sustrae lo que tenemos como «hobbies» y lo que significan para nosotros. Conozco a varias personas tan absorbidas por sus hobbies que dudas si los utilizan para escapar de realidades que les es imposible gestionar.

      Yo particularmente me obligo a soltar los libros y los juegos (mis dos referencias en mi tiempo libre) a propósito para mirar hacia adelante y compartir tiempo con otras cosas. Hay algo fantástico de este hobby es que me ha permitido conocer gente maravillosa con la que puedo compartir muchas cosas, no sólo hablar de juegos de mesa. Por eso tengo tanto respeto y valoro tanto lo que ésta afición me ha dado.

      Tu visión desde Berlin debe de ser muy concreta en muchos aspectos, me encantaría poder charlar alguna vez contigo.
      Un saludo y un abrazo, y mil gracias por pasarte por aqui!

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *